Todos los hombres son mortales, pero para cada hombre su muerte es un accidente e, incluso si la conoce y acepta, una violencia a destiempo.
Una muerte tan dulce. Simone de Beauvoir
La gente por aquí tiene una forma completamente diferente de afrontar la enfermedad y la posibilidad de la muerte que suele acompañarla. Cada paciente conoce la enfermedad que tiene, sus complicaciones y su pronóstico. Los médicos les hablan de ella con absoluta normalidad sin caer ni en la compasión ni en el distanciamiento; no existe esa especie de asepsia, de aparente falta de sentimientos que nos sirve de coraza. El enfermo sabe a lo que se enfrenta y sabe sus posibles consecuencias...muchas veces más que posibles.
Esta serenidad ante la enfermedad y ante la muerte posible, no puede ser explicada desde un punto de vista religioso, como en seguida haríamos en España, esta gente no puede decirse que sea muy devota, la mayor parte de las iglesias las usan más para exposiciones y conciertos que para el culto, por ahí no deben ir los tiros; de modo que la única explicación que se me ocurre, es la hiperdesarrollada ley de cuidados paliativos, la oportunidad que tienen de elegir como quieren morir; ese pánico al dolor y al sufrimiento aquí desaparece por completo, esa parte la tienen solucionada, sólo deben preocuparse de la parte sentimental de la muerte.
Aprovechando una tregua de la lluvia perenne y dada nuestra adicción a los muebles de diseño nórdico estilo móntatelo-tu-mismo nos hemos dado una vuelta por la tienda local, que curiosamente está a dos pasos del hospital, no hemos encontrado demasiadas novedades...el precio de la globalización.
La música de hoy continua el tono un tanto tétrico del post, hay que hablar un poco de todo, digo yo.